No deja de pasar el tiempo, y pocas estrellas brillan en el cielo rosarino.
Intento de amar lo que pasa con estas palabras, qué juego se puede proponer.
Si llega una mano que acaricie, que roce con tinta electrónica... es bueno. NO la bofetada que rasgue la paciencia de la espera.
Ire junto a mi lado. Ambas frente a las máquinas. Jugando, casi. Pero la vida juntas es esto y más.
Las gatas (tenemos dos) duermen por allí. Dentro de un rato comenzará la hora de más actividad. Las amo. Me han enseñado mucho en estos siete años de convivencia humana-felina.
El sol cayó hace rato, y luego té y torta. Y ahora a esperar un tiempo propicio para un film: "Roxa Luxemburgo" de Margarethe von Trotta.
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